Capítulo.- 3
El primer beso.
Esta mañana cuando llegué
a la encina donde quedo con Don Zacarías, lo encontré bostezando y le pregunté
que si no había dormido bien.
Pues no -contestó- es por
la poca paciencia que tengo y me he despertado sobresaltado por un sueño que
esta noche he tenido.
¿Es que los gatos también
soñáis?
Por supuesto que soñamos,
esta noche he soñado que conocía a una gatita joven, toda ella blanca y que
tenía con ella una aventura amorosa, pero eso ha sido todo, un sueño, pero me
he despertado de tal forma que he tenido que darme una ducha de media hora de
agua fría para apaciguar los ánimos que del sueño que he tenido me habían
provocado, de ahí que haya llegado con media hora de antelación al del horario
convenido, así es que empieza a soltar la lengua cuanto antes, hoy soy yo quien
va a tomar nota de lo que me cuentes y creo que desde ahora y en lo sucesivo el
que va a escribir lo que me cuentes seré yo, no vaya a ser que el ordenador se
pierda por arte de magia, cosas más raras se han visto.
Vista la opinión de Don
Zacarías, sin dilaciones, comencé la continuación de mi aventura en el punto
donde la dejé ayer.
Pasada una semana desde
que a primera hora de la mañana empecé a salir a hacer deporte con Ana, ya
corríamos el trayecto habitual agarrados de la mano y después de desayunar en
la cafetería de costumbre, al terminar el desayuno, me comunicó que tenía el
día libre, pues cada siete días de trabajo descansaba uno y que tenía el día a
mi entera disposición si no me importaba.
En absoluto -contesté- tengo
que subir al apartamento a darme una buena ducha y cambiarme de ropa y si
quieres después puedes acompañarme a la compra, pues necesito comprar
alimentos.
¿Te parece bien que te
acompañe a tu apartamento?
De acuerdo, ven conmigo,
que en ducharme no tardo nada.
Nos dirigimos a mi
apartamento y sin cortarse ni un pelo, se coló en mi dormitorio diciéndome que
no le asustaba ver a un hombre desnudo.
Don Zacarías aquí ya me
entraron unos sudores fríos que son difíciles de imaginar, pues me daba un poco
de vergüenza desnudarme, así es que le dije que me estaba enamorando
perdidamente de ella y acto seguido le pregunté que si ella sentía algo por mí.
Te quiero mucho, te quiero
con locura.
Te darás cuenta que hay
una diferencia de edad entre nosotros.
En el amor, no hay edad,
es más ahora está de moda salir con chicos que sean mayores y me gusta seguir
las últimas tendencias en estos asuntos.
De momento -dije- yo no
deseo una aventura pasajera como una tormenta, quiero una relación estable y al
mismo tiempo me senté en la cama, ella permaneció de pie durante un instante y
acto seguido se sentó a mi lado y me dijo que a ella era lo que interesaba, una
relación estable y a continuación apoyó sus manos sobre mis hombros y empujando
suavemente me obligó a tenderme en la cama, justamente para tenderse encima de
mí y comenzar a besarme como si fuera una profesional en estos menesteres, yo
no perdí el tiempo, ni tampoco me corté, sino que metí mis manos debajo de su
camiseta deportiva y se la subí de tal forma que el sujetador también salió de
su lugar habitual y allí estaban sus senos duros como piedras de granito y sus
pezones tersos y grandes, haciendo juego con su par de tetas, en el momento en
que empecé a acariciarlas comenzó un movimiento por su parte en el que frotaba
su clítoris contra mí, pero eso no duró ni diez minutos, pues su teléfono móvil
comenzó a sonar y no le quedó más remedio que atender la llamada, al mismo
tiempo que me decía que era su madre y que no tenía otra alternativa que
atender la llamada.
La conversación no duró ni
treinta segundos, pero me dijo que tenía que marcharse a atender el negocio,
pues su madre tenía que hacer diferentes trámites ante la hacienda pública, esa
a la que Usted le adeuda una fortuna y que con un administrador como yo puede
eludir sin ningún tipo de consecuencias.
A la agencia tributaria,
ni me la nombres, o de lo contrario terminamos mal la mañana.
Déjeme terminar por favor,
pues pasados unos veinte minutos recibí un mensaje de Ana en el que me
preguntaba lo siguiente: ¿Hasta dónde hubiéramos llegado si no hubiera recibido
la llamada de su madre?
Le contesté que podíamos
volver a empezar donde lo habíamos dejado, pues esa era la única forma de
averiguarlo.
En su siguiente mensaje me
contestó que posiblemente lo averiguaríamos al atardecer de ese mismo día, pues
hasta esas horas estaría ocupada en diversos asuntos que su madre le había
encargado.
Vaya si lo averiguamos,
pero ella, pues yo no me enteré de cómo empezamos la faena esa misma noche.
Aquí lo dejamos hoy -dijo
Don Zacarías- pues necesito una ducha de agua fría incluso antes de imprimir
esto que me has contado y no te olvides del pacto que entre caballeros hemos
convenido sobre este asunto.