Powered By Blogger

lunes, 9 de abril de 2018

El primer beso.


Capítulo.- 3

El primer beso.


Esta mañana cuando llegué a la encina donde quedo con Don Zacarías, lo encontré bostezando y le pregunté que si no había dormido bien.
Pues no -contestó- es por la poca paciencia que tengo y me he despertado sobresaltado por un sueño que esta noche he tenido.
¿Es que los gatos también soñáis?
Por supuesto que soñamos, esta noche he soñado que conocía a una gatita joven, toda ella blanca y que tenía con ella una aventura amorosa, pero eso ha sido todo, un sueño, pero me he despertado de tal forma que he tenido que darme una ducha de media hora de agua fría para apaciguar los ánimos que del sueño que he tenido me habían provocado, de ahí que haya llegado con media hora de antelación al del horario convenido, así es que empieza a soltar la lengua cuanto antes, hoy soy yo quien va a tomar nota de lo que me cuentes y creo que desde ahora y en lo sucesivo el que va a escribir lo que me cuentes seré yo, no vaya a ser que el ordenador se pierda por arte de magia, cosas más raras se han visto.
Vista la opinión de Don Zacarías, sin dilaciones, comencé la continuación de mi aventura en el punto donde la dejé ayer.
Pasada una semana desde que a primera hora de la mañana empecé a salir a hacer deporte con Ana, ya corríamos el trayecto habitual agarrados de la mano y después de desayunar en la cafetería de costumbre, al terminar el desayuno, me comunicó que tenía el día libre, pues cada siete días de trabajo descansaba uno y que tenía el día a mi entera disposición si no me importaba.
En absoluto -contesté- tengo que subir al apartamento a darme una buena ducha y cambiarme de ropa y si quieres después puedes acompañarme a la compra, pues necesito comprar alimentos.
¿Te parece bien que te acompañe a tu apartamento?
De acuerdo, ven conmigo, que en ducharme no tardo nada.
Nos dirigimos a mi apartamento y sin cortarse ni un pelo, se coló en mi dormitorio diciéndome que no le asustaba ver a un hombre desnudo.
Don Zacarías aquí ya me entraron unos sudores fríos que son difíciles de imaginar, pues me daba un poco de vergüenza desnudarme, así es que le dije que me estaba enamorando perdidamente de ella y acto seguido le pregunté que si ella sentía algo por mí.
Te quiero mucho, te quiero con locura.
Te darás cuenta que hay una diferencia de edad entre nosotros.
En el amor, no hay edad, es más ahora está de moda salir con chicos que sean mayores y me gusta seguir las últimas tendencias en estos asuntos.
De momento -dije- yo no deseo una aventura pasajera como una tormenta, quiero una relación estable y al mismo tiempo me senté en la cama, ella permaneció de pie durante un instante y acto seguido se sentó a mi lado y me dijo que a ella era lo que interesaba, una relación estable y a continuación apoyó sus manos sobre mis hombros y empujando suavemente me obligó a tenderme en la cama, justamente para tenderse encima de mí y comenzar a besarme como si fuera una profesional en estos menesteres, yo no perdí el tiempo, ni tampoco me corté, sino que metí mis manos debajo de su camiseta deportiva y se la subí de tal forma que el sujetador también salió de su lugar habitual y allí estaban sus senos duros como piedras de granito y sus pezones tersos y grandes, haciendo juego con su par de tetas, en el momento en que empecé a acariciarlas comenzó un movimiento por su parte en el que frotaba su clítoris contra mí, pero eso no duró ni diez minutos, pues su teléfono móvil comenzó a sonar y no le quedó más remedio que atender la llamada, al mismo tiempo que me decía que era su madre y que no tenía otra alternativa que atender la llamada.
La conversación no duró ni treinta segundos, pero me dijo que tenía que marcharse a atender el negocio, pues su madre tenía que hacer diferentes trámites ante la hacienda pública, esa a la que Usted le adeuda una fortuna y que con un administrador como yo puede eludir sin  ningún tipo de consecuencias.
A la agencia tributaria, ni me la nombres, o de lo contrario terminamos mal la mañana.
Déjeme terminar por favor, pues pasados unos veinte minutos recibí un mensaje de Ana en el que me preguntaba lo siguiente: ¿Hasta dónde hubiéramos llegado si no hubiera recibido la llamada de su madre?
Le contesté que podíamos volver a empezar donde lo habíamos dejado, pues esa era la única forma de averiguarlo.
En su siguiente mensaje me contestó que posiblemente lo averiguaríamos al atardecer de ese mismo día, pues hasta esas horas estaría ocupada en diversos asuntos que su madre le había encargado.
Vaya si lo averiguamos, pero ella, pues yo no me enteré de cómo empezamos la faena esa misma noche.
Aquí lo dejamos hoy -dijo Don Zacarías- pues necesito una ducha de agua fría incluso antes de imprimir esto que me has contado y no te olvides del pacto que entre caballeros hemos convenido sobre este asunto.