Capítulo.- 4
Encuentro en la noche.
Esta mañana cuando he
llegado al lugar de encuentro en el encinar que con Don Zacarías tengo pactado,
me tocó esperar media hora larga por el retraso con que este llegó. Llegó con
unas ojeras que denunciaban de una forma inequívoca que la noche anterior no
había dormido o en caso de haberlo hecho, no había dormido más de tres horas.
Qué horas son estas de
llegar le pregunté. ¿Así es como cumple Usted los acuerdos convenidos?
De momento, se dedicó a
encender mi portátil para tomar la debida nota sobre lo que hoy le contase y al
rato dijo:
Sin comentarios -contestó-
o mejor y para que quedes enterado en debida forma y en aras a la confianza que
entre nosotros existe, te comunico que ya ni con duchas de agua fría puedo
vivir tranquilo y anoche decidí acudir a uno de esos establecimientos que para estos
casos existen y que por dinero te relajan y te bajan las inflamaciones que en
ocasiones se dan en los bajos, no he dormido ni dos horas, pero puedo tomar
nota de tu encuentro con Ana como si hubiera dormido a pierna suelta toda la
noche. Así es que empieza a hablar que yo voy tomando nota de todo.
Don Zacarías, una vez que
Ana se marchó a atender el negocio de su madre, me mandó varios mensajes, de
los cuales ya os he contado uno, pero a lo largo de la tarde nos mandamos
varios SMS más, cabe destacar alguno de ellos, otros no tenían importancia,
entre los más destacados había uno en que me decía:
¿Sabes cómo me tienes?
Pues no, le contesté.
Su respuesta no se hizo
esperar y en el siguiente mensaje que me envió me comunicaba que estaba tan
húmeda, que las braguitas las tenía empapadas y necesitaba encontrase conmigo y
en mi apartamento esa noche y ya con eso yo ya sabía qué es lo que estaba
deseando, que larga espera fue esa, pero la noche llegó y cuando sonó el timbre
anunciando una visita, acudí a abrir la puerta de entrada como alma que lleva
el diablo, que por cierto como una “diablilla” se comportó, pues antes de que
me diese cuenta comenzó a desnudarse y se metió en mi cama, al mismo tiempo que
me pedía que me acostase con ella y ya sabéis mi forma de pensar en estos
casos.
Pues no -dijo- nunca he
tenido la oportunidad de escucharla, te agradecería que me la comunicases.
En estos casos pienso lo
que otros muchos, incluido Usted y que no es ni más ni menos que la siguiente.
“Zorra que va de paso, cañonazo”.
Esa es la mejor forma de
tratar estos asuntos me respondió.
Así es que Don Zacarías,
aproveché la oportunidad esa misma noche por dos veces y los dos quedamos
saciados.
Llegados a ese punto dijo
que tenía que marcharse y que por la mañana en vez de ir a correr, venía a mi
casa y traería churros para desayunar los dos juntos.
Está bien por hoy, pero
mañana a primera hora hay que estar acompañando a Don Patrocinio, pues llega
una de sus clientas en asuntos de botas y quiere que se la reciba en las debidas
condiciones, ya sabes cómo es de atento para con sus clientas de alto poder
adquisitivo, parece ser que las últimas botas que le vendió no acaban de
ajustar como es debido, en concreto las de los cuartos traseros y quiere tomar
medidas de forma artesanal de ellos hasta conseguir unas botas que le ajusten a
la perfección. Así es de estricto en su negocio de botas de artesanía. Te ruego
que acudas debidamente vestido para recibir a esa gata de alta alcurnia en las
condiciones que se merece, yo de momento me voy a dormir, te dejo el ordenador
para que imprimas la nota que hoy he tomado y haces de ella tres copias, las
cuales archivarás junto con las ya existentes en mi caja fuerte, mandas a la
nube la nota y acto seguido la borras del ordenador, por si se extravía o lo
roban, que nadie pueda leer nada.
Hice lo indicado por Don
Zacarías, al que no volví a ver hasta la mañana siguiente en el momento de
recibir a la clienta de Don Patrocinio.